Manuel Ruperto Sánchez Ramos nació en 1874 en San Luis Potosí. Un retrato realizado en el estudio fotográfico de Cruces y Campa, cuando Ramos contaba con siete años de edad, hace pensar que su traslado a la capital mexicana fue al comienzo de la novena década del siglo XIX.

Aunque sobre su aprendizaje de la fotografía no hay datos precisos, sabemos que entre 1896 y 1898 fue parte de Fotografía Artística Aguirre y Ramos, la sociedad ofertaba vistas estereoscópicas con paisajes nacionales y extranjeros, ampliaciones a tamaño natural, retratos en bajo relieve o transparentes para ser colocados en veladoras, además ofrecían a sus clientes la comodidad de ser retratados en sus domicilios, sin importar que fuera de día o de noche. Cuatro imágenes de los retablos de San Francisco, Santo Domingo, de la Catedral y San Cosme, realizadas por Aguirre y Ramos fueron publicados en 1897 en El Mundo Ilustrado de Rafael Reyes Spíndola. Un año más tarde circularon anuncios del estudio y fotografías de la sociedad fotográfica en portadas y paginas Su trabajo circuló entre 1897 y 1913 en diversos semanarios y periódicos Cómico, El Mundo Ilustrado, El Imparcial, Arte y Letras, La Semana Ilustrada, El Tiempo Ilustrado, El País, Diario Católico. En los siguientes años continuó colaborando en diversas publicaciones, como Excélsior. Entre fines de 1913 y mediados de 1915, Ramos ayudó con sus fotografías al inventario, documentación, estudio y difusión del patrimonio que custodiaba el Museo nacional de arqueología, Historia y Etnología, que era en sí misma vivo ejemplo de la persistencia de la memoria. De 1915 a 1934 trabajó como inspector de monumentos, algunas de las imágenes que obtuvo a principios de los años treintas cuando realizó varios reportajes sobre la transformación urbana de la Ciudad de México, quedaron compiladas en dos álbumes titulados México Moderno. Durante los años treinta e inicios de los cuarenta continuó con su practica fotográfica y dio color a impresiones de épocas pasadas.

El último día de 1945, año guadalupano, dejó de existir el fotógrafo que apreció la luz como un don divino. Murió en su casa familiar donde realizó múltiples escenas donde su familia y las cabras que criaban, fueron protagonistas.